La gestión de proyectos es una disciplina con un amplio desarrollo y una base científica muy bien cimentada. Del ingenio de Vitruvius a la sistematización de la planificación y el control por parte de Gantt, la humanidad no ha dejado de buscar la mejor manera de ir de un objetivo a su cumplimiento. Yo, por supuesto, no soy ningún experto en esta materia. Para eso recomiendo los espacios de mis amigos Ana Aranda y Ángel Gavín, buzos expertos en estos mares, es decir, profesionales que conocen la materia a fondo. Mientras que este simple aprendiz busca darse un chapuzón y describir algunas cosas peculiares que ve desde la comodidad de la superficie. ¿Definí bien el objetivo mis queridos? Vale, pues sigo.
Ya que mencionamos al arquitecto Vitruvius, habría que decir que durante su juventud estuvo al servicio de Julio César a quien se le atribuye la siguiente frase: Alea iacta est. Los dados fueron lanzados o, para decirlo en la forma más conocida, la suerte está echada. Pongamos atención a la acción verbal de esta frase tan conocida: estar echado, estar o ser lanzado. En esa expresión se esconde ya el origen de la palabra proyecto. En efecto, el proyecto es lo que está lanzado hacia adelante, aunque, como es claro, lanzar los dados no significa que vayamos a obtener el número buscado. El proyecto es un lance de resultado todavía incierto, pero que no por eso carece de dirección. - tuitéalo
La fortuna de una buena gestión de proyectos
Tenemos un motivo para lanzar los dados o, por lo menos, hay un contexto que nos permite comprender la razón por la que estamos jugando a los dados en ese preciso momento. Se entiende entonces que puede haber motivaciones que se escapan a la conciencia o que requieren de un poco de tiempo antes de asomar la cabeza. Así, lo que llamamos fortuna, un producto de la suerte o la casualidad, cobra una dimensión distinta cuando se le ve en el contexto de un entramado de causas y efectos en constante interacción. Algo complicado de lograr para quien lanza los dados y está bajo los efecto de esa bella tensión que genera la incertidumbre.
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Pero mientras uno tira los dados hay otros que desde fuera observan atentos. Ellos pueden medir la resistencia del viento, la forma del dado y la importancia de cómo se le coloca en la palma de la mano, la dirección del lance, la fuerza del brazo, el momento preciso en que los dedos dejan escapar lo que antes apresaban y el punto en que el baile de la fortuna comienza. Toman nota de todo para acercarse al jugador y ayudarle a mejorar, llevarlo a conseguir el número deseado. Gestionando los lances que hacemos en la vida es como encauzamos a la buena fortuna. - tuitéalo No es ningún abracadabra, sino una rigurosa observación que busca la mejora sin que, de nuevo, se pueda garantizar nunca una meta específica. Vivir es una manera de llamarle a esto de ir gestionando el azar. - tuitéalo
Jardinería para gestores: gestionando el azar
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, realiza una clasificación de las artes partiendo de la relación que existe entre idea y materia. Lo que interesa, dicho de manera rápida e imprecisa, es la forma en que se da expresión a la voluntad. En los primeros niveles de la clasificación ubica a la arquitectura, el arte de la hidráulica y la jardinería. En estas artes entran en juego elementos como la gravedad, la solidez, la fluidez, la respuesta a la luz y el color, por mencionar algunos. El artista se enfrenta a estas propiedades de la materia y con ellas busca la expresión de una idea. Generar una composición, un conjunto armonioso que proyecte la idea de belleza, no es una tarea sencilla. En el arte de la jardinería, además, el artista no es el dueño de su material de trabajo. De ahí que Schopenhauer nos diga:
Lo bello que exhibe la pertenece casi por completo a la naturaleza: la propia jardinería contribuye escasamente a ello y, por otra parte, puede conseguir muy poco frente al disfavor de la naturaleza, y allí donde éste no se muestra cooperativo, sino a la contra, sus logros son muy parcos. Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación
Habría que traer esta imagen hacia nuestro tema. El lance de los dados es como el florecer libre e inocente del jardín. - tuitéalo La palabra azar, de hecho, no sólo tiene en su seno el sentido del dado o alea del que hemos hablado antes. Se trata más bien de una arabismo que deriva de az-zahr, que significa flor. El jardinero es, entonces, como el gestor que observa atentamente cómo florecen las cosas una y otra vez intentado comprender la mejor manera de que suceda. Sabe entonces de la importancia de la elección de la tierra, la cantidad de agua y la ración de luz necesaria para que la flor ocurra con todo su esplendor. Pero, como bien observa Schopenhauer, debe saber que la materia no le pertenece. La flor sigue siendo azar y por eso siempre hay que esperar que en su semilla se manifieste la voluntad del florecer, que ella misma quiera ser proyecto.
El riesgo y la gestión del azar: la risa del budista
La posibilidad de que la semilla se contente con su estado es a lo que podemos llamar riesgo. Esta palabra, de nuevo, tiene una resonancia árabe y una latina. La primera nos dice que la voz árabe rizq nos habla de lo que depara la providencia, mientras que la palabra resecare nos remite a las ideas de cortar, dividir y, por supuesto, el peligro. Existe la posibilidad, en efecto, de que el proyecto se corte, de que la providencia elija el silencio. Esto pone de manifiesto esa no pertenencia de la materia al jardinero, la radical ausencia de control del gestor. Un recordatorio permanente de los límites de nuestra condición que el budismo conoce muy bien: el apego y el afán de control son el origen de todo sufrimiento.
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La palabra gestionar, por último, es la acción de llevar adelante una iniciativa o un proyecto. Gestionar un proyecto, por tanto, es casi un pleonasmo: llevar adelante lo que ya por sí mismo es un echar hacia el frente, un arrojo con horizonte de futuro que, no obstante, puede detenerse en cualquier momento. Por eso la gestión del azar implicaría la formulación de una ética, de un modelo de comportamiento para todos: acompaña tus proyectos cordialmente, atento siempre a la posibilidad de que la semilla un día quiera dejar de florecer.
Detenerse, como bien sabe el budista, no es un motivo para desgarrarse las vestiduras, sino un pretexto para contemplar con calma el paisaje a la espera de que otra posibilidad se nos abra, de que otra flor se proyecte en nuestro jardín. Somos proyecto desde que nacemos y la primera tarea que tenemos es la de aprender a acompañarnos a nosotros mismos, a escuchar la semilla que somos. El gestor, por tanto, es aquel que asume de manera profesional y paciente lo que vitalmente llevamos a cabo día a día. Le gusta ver que el proyecto se extiende en proyectos y los aborda desde la serenidad. La gestión del azar es abrirse a las posibilidades desde la calma. - tuitéalo Por eso hay que reír porque, como diría un buen amigo, con el azar estamos liados.
En el borde del caos, no se pueden lanzar dados… se perderían irremisiblemente…
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¡Saludos mi querido ratón! Se pueden lanzar siempre, incluso al borde del caos. El budista diría que perder o no perder los dados es lo de menos, una idea más que responde al apego a las cosas. Invitaría, por tanto, a lanzarlos para descubrir que, quizá, ni era borde, ni era caos lo que estaba delante. ¡Abrazo roedor!
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Siempre sorprendes Carlos 🙂
Lo pensemos más o menos, más calculado, menos calculado, todos tenemos proyectos y gestionamos lo que haga falta para encauzarlos.
Me ha gustado este aporte de la etimología de las palabras. Recuerdo hablar con mujeres cuya lengua es el árabe (en inglés). Y ellas mismas me dijeron palabras árabes que tenemos en castellano. Me quedé sorprendidísima.
Nadie hubiera pensado una crónica de la sesión de tarde como esta. Te veo escribiendo un libro (cuando sea). Ya tienes quien te lo va a comprar 🙂
Un abrazo 🙂
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Muchas gracias por tus palabras Carolina. Ha sido un gusto poder compartir con todas y todos ustedes ese espacio que, por otro lado, es un gran ejemplo de cómo la flor se da de manera más o menos espontánea.
Me gusta seguir el camino de las palabras porque ellas tiene siempre una historia que contarnos. Una que suele ayudar a entender mejor lo que quieren decirnos y también para saber cuándo es mejor usar una u otra para no poner a las pobres en contextos en los que no se sienten cómodas. Son ellas mismas unos dados-semilla a los que hay que ayudar a florecer. Te mando un abrazo fuerte y gracias de nuevo por estar ahí.
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Querido,
Detenerse, contemplar el paisaje, explorar otros caminos o crearlos…
A mi me gusta lanzar dados y ver qué pasa, tú lo sabes bien.
Una caricia de colores.
Gracias
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¡Gracias por esa caricia mi querida mariposa! Es esa posibilidad la que debería interesar más al gestor: la que, desde el desinterés o carencia de objetivo fijo, muestra su capacidad de llegar a algo. La reconstrucción del camino resulta entonces asombrosa. Todo es apertura, todo es un pudo ser, pero en cambio fue esto. Un campo de juego abierto a la creatividad. ¡Abrazo lepidóptero!
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