La IA o inteligencia artificial se va imponiendo como una tendencia a la alza en el mundo digital. Ya vimos que tanto Google como Apple apuestan fuerte por sus asistentes virtuales. Esto tiene detrás un importante desarrollo que nos hace prever una creciente relación entre IA y creación de contenidos. Avanzamos hacia la automatización y la respuesta rápida. Por lo que la creación de contenidos no podía quedarse atrás. Pero, ¿cómo afectará esto a los redactores? ¿Seremos reemplazados por robots en el mediano plazo? Aquí hacemos eco del interesante artículo de Julia McCoy para comentar algunas de sus conclusiones sobre este interesante tema.
El artículo de Julia abre con una frase de escándalo por parte de Content Marketing Institute, Joe Pulizzi, que dice lo siguiente:
En 10 años la mayoría del contenido será generado por software. En 20 años, los humanos se preguntarán por qué han desperdiciado tanto tiempo en la creación de contenidos. No veo otro camino para esto.
Pero ante de escandalizarse y comenzar a pensar en un cambio de profesión, como bien dice Julia, hay que conocer las herramientas en las que IA y creación de contenidos se encuentran. Este paseo que propone es más que pertinente para poder determinar la dimensión de la amenaza o si de verdad estamos ante una de ellas. Los más románticos de la escritura (como yo) dirán que la intuición humana y su capacidad creativa son irremplazables. Otros nos mirarán con ternura pensando que sobrevaloramos este tipo de elementos y expresarán su confianza ciega en la tecnología. Pero lo primero, decimos, es ver lo que hay actualmente funcionando en términos de IA y creación de contenidos.
IA y creación de contenidos en la actualidad
Los bots creadores de contenido no son un asunto de ciencia ficción. Uno de los más destacados es Heliograf del Washington Post. Este bot hizo su debut en las Olimpiadas de Brasil en el 2016 ayudando al medio a dar reportes del avance de las competencias. Se trata de reportes cortos, por supuesto, donde se mantiene actualizado el medallero y se indica el ganador de una competencia, por ejemplo. La idea no era reemplazar al reportero, sino ayudarle a quitarse este tipo de trabajo basado en datos para centrarse en generar otro tipo de contenidos. Esto quiere decir que no era necesario que alguien estuviera actualizando a cada momento o reportando desde cada una de las competencias. Los redactores, por tanto, podían centrarse en otro tipo de actividad creando contenido de análisis y librándose de la parte meramente estadística.
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Un ejemplo que genera historias más complejas es Quill que, de acuerdo a sus creadores, puede imitar el estilo de un reportero de deportes pero multiplicando por 1,000 su producción de artículos. Hasta el momento se le ha utilizado para cubrir partidos amateur de baseball que los grandes medios no cubren pero que pueden tener un interés local. En este sentido la combinación de IA y creación de contenidos puede ofrecer una ventaja, pero el coste es muy elevado todavía. De acuerdo a McCoy generar solamente un tipo de texto tendría un coste de 70,000 dólares anuales produciendo aproximadamente 100,000 entradas. Suena bien si tienes ese dinero para invertir y no quieres variar nunca el estilo. Una herramienta similar es usada por Associated Press. Su nombre es Wordsmith y produce cientos de reportes para la agencia de noticias. Pero su precio para uso por otras personas es desconocido.
Las razones para no temer
La autora da razones muy elementales para no sentir que la inteligencia artificial amenaza el espacio de trabajo de los redactores. La primera y más fácil la hemos adelantado ya: un bot no puede reemplazar el toque humano. Un redactor de carne y hueso se preocupa por las historias y por eso les da un toque de color buscando palabras adecuadas para dar contexto a las cosas. Hasta ahora la IA y la creación de contenidos se limita a la generación de reportes fríos basados en datos. Pero, además, la única herramienta accesible al público tiene un coste de 19 dólares por 10 artículos con resultados más que cuestionables. Si se quiere algo mínimamente publicable se tendría que optar por herramientas como las ya mencionadas con costes lejos del alcance de los simples mortales.
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Después de estas razones centradas en el estilo, McCoy da una razón interesante para no temer: los bots no son sujetos de relatos. El dato importante aquí es que el mercado de los influencers se prevé que tenga un crecimiento de hasta 10 billones de dólares para el 2020. Parte fundamental del éxito está en que quien crea el contenido tiene una personalidad que conecta con su auditorio, algo difícil de imaginar cuando hablamos de un bot. El influencer comparte su día a día, sus historias personales. Algo que la IA no puede hacer, evidentemente. De ahí que al pensar en IA y creación de contenidos no podamos esperar reacciones emocionales de los lectores ante un texto. En este sentido lo humano también es irremplazable.
Lo que deja fuera
Si bien podemos estar de acuerdo en la razones creo que hay cosas importantes que se han dejado fuera. La autora reconoce que la tecnología puede avanzar hasta el punto de solventar el asunto del estilo de redacción o de darle un rostro “vendible” a un bot. Claro que no pasará en el corto plazo y eso parece ser suficiente para ella. Pero más allá de eso no parece notar que se ha centrado en la mercantilización de lo humano. Ese “toque humano” en la redacción es lo que vende y no puede ser imitado, de momento, por la IA. Cierto, pero creo que hay otras cosas mucho más importantes en ese mismo elemento. Cosas que se antojan mucho más complicadas de imitar o reemplazar a pesar de todos los avances de la tecnología.
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El ejemplo más claro está en las decisiones éticas. Ya Isaac Asimov con sus leyes de la robótica se encargó de armar historias que ponían a prueba este punto. Pero quedándonos en la realidad habría que pensar en que el “toque humano” no solamente implica darle color y emoción a un texto, sino en poder determinar el color y la emoción más adecuados dependiendo del contexto. Un bot podrá aprender a usar adjetivos, pero no es lo mismo usarlos que decidir el más adecuado para la situación. Imaginemos simplemente el caso de reportes de muertes en una guerra o desastre natural. ¿Quién le enseñará al bot a redactar con respeto? ¿Quién determinará qué se puede decir y qué es mejor callar? Es en la decisión editorial por su compromiso ético donde podemos encontrar un elemento mucho más potente para pensar en lo irremplazable de lo humano. Pero, de momento, parece que el tema que más tranquilos les deja en el contexto anglosajón es que la tecnología sigue siendo muy cara y poco efectiva para abrir más mercados. La ética puede esperar.
Hola Carlos
Algo de esto tengo publicado en uno de mis blogs. Te lo envío por privado.
Un abrazo
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Mi querido ratón,creo que sobre este tema vamos a escuchar mucho en los próximos años. Incluso hay por ahí una publicidad en YouTube donde dicen precisamente que los bots no reemplazan sino que hacen las tareas más sencillas para hacer más eficiente el trabajo humano. La idea es interesante. Habrá que ver. ¡Abrazo roedor!
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